24 de enero de 2007

Mis problemas van dEspacio

En estos días estoy más que dispersa, y eso me jode. Me jode porque no puedo hacer nada. No sé si será el frío, las largas siestas o que sigo sin tener un sitio propio. La cuestión es que no puedo hacer nada de lo quisiera hacer y con lo que me sentiría bien. Sigo en un rincón de mi casa, y no lo digo por dar pena, es así. Estoy relegada a un rincón de mi salón en la que guardo todo mi mundo, que no es mucho. En una sola mesa tengo el ordenador, las revistas de mi inseparable El Jueves, el bloc de dibujo, los lápices y no me da. Quito cosas, las coloco en otro lugar, algunas las tiro y otras las guardo en algún armario. Pero me sigue faltando espacio.

Cuando llegue el buen tiempo trasladaré este pequeño espacio a otro un poco más grande pero más incómodo: el patio. El observatorio de mi bloque, en el que todos opinan y comentan a la vez que cuelgan las sábanas o barren la terraza. Allí estás tú, agachada en el suelo, intentando buscar el color que le de un nuevo giro al cuadro, y, como si se trataran de dos alfileres sobre tu nuca, allí están los ojos de tu vecina intentando descifrar qué es eso tan raro que estás pintando. Es la situación más cómoda que he podido experimentar. Pero yo, sabedora de las aficiones de comadreo y cotilleo que reinan por mis dominios, hago uso, a veces real y otras ficticio, de mis antiguos walk-man, que entre interferencia e interferencia me evaden de comentarios sin criterio abstrayéndome a lo más parecido a un mundo interior.

En estas condiciones poco puedo hacer. Lo único que me queda es esperar a que mi suerte cambie, para bien, eso sí, y algún día poder disfrutar de un espacio para mí sola en el que no tener que compartir mis momentos de “creación” con nadie más que conmigo misma.
¡Qué así nunca podré ser un genio, coñe!