Hay días que preferiría no abrir los ojos, ni despegar la oreja de la almohada, ni levantarme, ni... ni... En fin, es un día tontísimo. Tanto que no sé qué carajo me pasa. El caso es que llevo días dándole vueltas a mil cosas, más de las que mi cabeza puede soportar. Y hoy ha petado. Yo soy así de especial: cuando todo lo tengo claro (o eso creo) surge algo, por casualidad, de la manera más tonta que hace desmoronar casi todo lo que creía en pie. Dicen que las oportunidades no pasan dos veces en la vida, y a mi se me está presentando una segunda, de una manera más o menos clara, y no sé si debo atraparla o dejarla pasar como hice ya.
Ahora estoy en un momento de incertidumbre, hay cosas que vistas desde fuera parecen sencillas, pero una vez que las tienes en frente... Vale, lo reconozco: estoy muerta de miedo. Puede ser normal, o no, pero yo lo estoy y no me gusta nada, no por tener miedo, que es una reacción normal ante una situación nueva, desconocida y tal, sino porque no me deja pensar con claridad. Me llena la cabeza de cosas raras, me aturulla y me deja fuera de juego. Llevo el día intentando hacer algo, centrarme en cualquier cosa pero me es imposible. ¿Qué puedo hacer?
Un opción es cortarme la cabeza y ponerme otra cualquiera, pero salpicaría mucho la sangre y las cortinas se pondrían perdidas. En fin, voy a apagar el ordenador, las luces y todo lo que emita algún sonido, voy a meterme en la cama y no voy a salir hasta que se me pase todo esto.