Pensar que todo sale mal no es un pensamiento muy acertado pero es el que hay. Si piensas que las cosas pueden ir bien cuando se vayan las nubes, puedes tener algo de esperanza guardada en ese cajón, pero cuando se despeja el cielo tú sigues sumida en una atmósfera gris y axfisiante. Hay días malos y días peores, últimamente estoy mucho en uno de éstos. Propongo levantarme, tener ánimo para hacer ésto o lo otro pero hay algo que me paraliza, que me llena todo de un humo espeso y me lanza contra el sofá. Ahí me quedo sin saber qué hacer, hacia dónde correr y escapar de todo esto que me está vaciando por dentro. ¿A quién pedir una mano? No hay nadie ahí fuera.
Con los años me convertí en la reina del disimulo, de los ojos fríos que no muestran más que lo que se debe mostrar, ¿para qué más?. En días "especiales" como estos fantaseo con dormir días enteros, meses enteros y años enteros... Sería todo tan fácil.
Hay enfermedades que son como el aire, nadie las ve y te van consumiendo por dentro sin tener diagnóstico ni cura. Te quitan las fuerzas, la risa y las ganas de seguir. Y a mí ya me está quitando demasiado.
Sólo me queda aguantar, esperar que las fuerzas vuelvan ( si es que vuelven ), volver a reconocerme en un espejo, y esperar. Esperar a no quebrarme.