19 de noviembre de 2006

Quien espera desepera

Ya he perdido la cuenta de los días, de las semanas, en fin, del tiempo en que empecé a notar esta sensación. Al principio no le di importancia, en aquellos momentos era casi normal. Todos me lo decían: “es normal, no te preocupes. Se te pasará y al final lo verás todo mucho mejor”. ¿Se me pasará? ¿cuándo se me pasará?.
Confié en las palabras de aquellos que por entonces querían consolarme, pero su consuelo sólo fue un espejismo. Un remedio que duró un instante comparado con todo lo que me esperaba y que ellos, creyendo que sería mejor para mí, no quisieron decirme. No sé si por evitarme más angustia o porque confiaban que realmente se pasaría. Ahora los miro y les pregunto sin hablar si aun tengo que esperar más, pero sus ojos miran al suelo. Creo que eso no es buena señal.

Cuando dejé de buscar en los ojos respuestas, todos se aliviaron. Ya no había más consuelo que dar, estaba todo dicho, sólo había que esperar. Que palabra más odiada: esperar. En realidad era mi único consuelo porque me permitió ilusionarme con lo que estaba por venir, que sólo deseaba que fuese bueno, pero por otro lado era mi condena ya que no podía determinar cuándo acabaría esta situación.
Con forme iban pasando los días la sensación retrocedió, no la notaba como antes y eso me alivió mucho, tanto que llegué a pensar que nunca ocurrió, que todo había sido una ensoñación propia de la primavera. Ligereza que al andar parecía que no tuviera cuerpo, sólo ganas de andar, de correr y de sonreír. Pero sólo fue eso, un retroceso. Avanzó con mucha más fuerza y más terrible, haciendo volver la sensación dichosa.

Día tras día se hacía más dura y más curativa, qué paradoja. Algo dentro de mí sabía que aquello era necesario, doloroso pero necesario. “Se pasará y lo veré todo mucho mejor” me repetía una y otra vez. Y se pasó, o eso creo, pero no estoy mucho mejor. Estoy bien, comparando cómo estuve algún tiempo y eso ya es todo un logro. Pero sigo con esa sensación, aun no se ha pasado.
Creo a que a esto lo llaman desamor.