18 de octubre de 2006

"Un adosado, cuatro hijos y un perro"

¿Por qué se visualiza la felicidad de la vida en pareja con esa imagen? ¿Es alguna información genética que llevamos desde que nacemos? ¿O son los altos precios de la vivienda los que nos hacen tener el adosado como paradigma de la felicidad? Bueno, también deberíamos incluir la dificultad de encontrar pareja estable. Pero este es otro tema que no viene al caso.

Es curioso, pero no son pocas las veces que he oido esa frase, aunque cada uno es como es, y puede no ser el modelo de felicidad de todos. Y es que según crecemos vamos cambiando nuestra escala de valores y también nuestra escala de gustos. Aún no conozco el caso de un señor de 60 años que siga deseando lo mismo que cuando era un niño, ¿o sí?.

Bueno, a lo que iba. Cuando era pequeña mi mayor deseo era tener todo lo de Pin Y Pon. Soñaba el día en poder montar el universo Pin y Pon en mi sala de juegos. Nunca lo conseguí. A medida que fui creciendo, la entrañable familia Pin y Pon quedó relegada (y olvidada) dentro de la caja de un televisor, y lo sustituyó otro deseo: las cartas perfumadas. Todos sabemos que están ahí, no conocemos su utilidad, pero están ahí. Fueron años difíciles para mí, por dos razones: en mi pueblo habíamos arrasado en todas las papalerías con la variedad y aún no habían llegado las tiendas de Todo a 100, y eso siempre limita cualquier colección. La segunda razón era la edad del pavo. Qué más se puede decir.

Ahora soy más mayorcita, y no baso mi felicidad en coleccionar nada, porque siempre he acabado cansándome de las colecciones, ni tampoco intento reunir todas las familias de aquellos muñequitos cabezones sin movilidad alguna. Pero sigo buscando la felicidad en cada cosa que hago. Quizás no llegue muy lejos en la vida, pero llegaré feliz. Es algo que me he impuesto.