12 de marzo de 2007

Promociones, ¿dígame?

Hay momentos en los que crees que las cosas que te rodean merecen la pena, que los agobios, los problemas, los días de estrés son recompensados con unas risas y unos abrazos sinceros al pasar el tiempo. Una comida se llena de recuerdos, de risas cómplices y de vivencias que en la distancia de los meses hace olvidar los momentos tensos en el trabajo. Es cierto que la lejanía hacer ver y sentir lo vivido de una manera algodonada y dulzona, sacándole sólo lo bueno. Pero por esta vez los aderezos acolchados no cumplen su función. Los recuerdos son buenos y las personas aún mejores.
Ahora me pregunto qué hubiera sido de mí sin ellos, cuántos momentos me han ayudado tranquilizándome con una sonrisa y un gesto de aquí no pasa nada. Eso no se paga ni con una comida ni con todo el oro del mundo. Por esos bueno momentos que pasamos, y por los que aún nos quedan, va esta entrada.
Podríamos decir que lo nuestro fue amistad a primera vista, y es que entender el endiablado mundo de un t.p.v o hacer un curso sobre la espalda une a cualquiera, (verdad Laura? Si hay cosas inservibles eso es una de ellas).
Lo dicho, no tiene precio el buen hacer de estos niños, sin los cuales dos meses no hubiesen sido lo mismo, porque hubieran sido huérfanos de risa.
Nadie sabe su destino, pero creo que el nuestro se separará en un tiempo (si no hay nada que lo impida), pero sólo el laboral, el otro lo estoy revistiendo de hormigón armado, para que no se separe nunca.