A mis amigas que siempre estuvieron ahí...
Esta tarde quedé con unas amigas para tomar café y parlotear. La excusa de tomar café, es sólo eso, una excusa. Porque a nosotras lo que realmente nos apetece es hablar. Vamos a la cafetería porque allí podemos estar sentadas y no nos llueve, como pasaba hoy. Claro, esto tiene alguna que otra pega (no todo podía ser tan idílico), y es que el camarero nos miraba mal. Se acercaba por si queríamos pedir otra vez, limpiaba aquí y allí. Todo un desconsiderado teniendo en cuenta que ese era nuestro “momento amiguil” y no reparábamos en tomar café o en no tomarlo. Son muchas cosas las que tienes que contar después de horas sin vernos, incluso días sin saber unas de las otras. A cualquiera le pasa eso, y quien diga lo contrario miente como un bellaco.
Pero me ha preocupado el tema recurrente de nuestros últimos encuentros. Podemos empezar hablando de mil cosas y al final siempre acabamos en el temita: los bodorrios.
Ya sea porque se case alguien cercano o porque te hayan invitado por todo el morro. Es curioso, a la vez que preocupante, como cambian nuestros temas de conversación según va pasando el tiempo. No sé si es que el lugar donde habito irradia algún tipo de energía extraña y/o paranormal, pero a todo el mundo le ha dado por casarse. Y de pronto, además.
Pero me ha preocupado el tema recurrente de nuestros últimos encuentros. Podemos empezar hablando de mil cosas y al final siempre acabamos en el temita: los bodorrios.
Ya sea porque se case alguien cercano o porque te hayan invitado por todo el morro. Es curioso, a la vez que preocupante, como cambian nuestros temas de conversación según va pasando el tiempo. No sé si es que el lugar donde habito irradia algún tipo de energía extraña y/o paranormal, pero a todo el mundo le ha dado por casarse. Y de pronto, además.
La vivienda cada vez está más cara, los sueldos cada vez son más mierda, las estadísticas dicen que hay casi tantos matrimonios como divorcios; pero a pesar de los pesares, de los malos augurios y de la precariedad económica, la gente se casa. Con un par.¡Inconscientes, que sois unos inconscientes!
No piensan en todo lo que suponen los bodorrios, y claro, cuando se dan cuenta del marronazo que les viene, es demasiado tarde para anular las cuatrocientas cincuenta invitaciones que tienen ya repartidas. Y es que todo son calentamientos de cabeza. Empezando por poner la fecha y terminando por elegir entre los doscientos recuerdo-chorradas para regalar. Que si el vestido, las flores, la iglesia o el juzgado, el banquete, etc, etc. Todo debe estar pensado y calculado para que luego no salga nada mal. Ingenuos.
Estos menesteres tienen dos cosas en común: sólo son para el día de la boda y todos cuestan dinero. No hay nada que no sea importante en ese día que sea gratis. Qué bien se lo tienen montado. Que si dos euros cada recuerdo, que si ciento veinte el ramo, que si el traje debe ser chaqué y no unos vaqueros (con lo cómodos que son). A base de eurazo, pero a partir de billetes de cincuenta. Y luego para qué. Todo se pasa en unas horas y ya está. Cada uno a su casa con la barriga llena de comer langostinos, que todavía no has pagado y no sabes cómo pagar, y tú aún con la sonrisa tonta en los labios dándoles las gracias por ir. ¡Qué te las den a ti, que para eso le has pagado un gran festín! He vivido de cerca varias bodas y sé los nervios que se pasan con los preparativos. Aún no me explico muy bien a qué tanto nervio. Has pagado para que salga perfecto, sino sale... Sino sale todo el mundo os recordará como aquella pareja de novios a los que le jorobaron un poco la boda los del catering. Luego tú le cortas la cabeza a alguien y ya está.
Ahora hay una moda de contratar a alguien para que te lo organice todo y sea quien, de haberlos, se coma todos los marrones. Pero creo que eso le quita gracia al asunto. Es preferible que sean los futuros cónyuges los que se devanen los sesos pensando el menú o la orquesta. Así tendrán entretenidos a los que se dediquen a criticarlo todo durante la boda. (Lo confieso, soy una de ellos). En esta vida todo es criticable.
No piensan en todo lo que suponen los bodorrios, y claro, cuando se dan cuenta del marronazo que les viene, es demasiado tarde para anular las cuatrocientas cincuenta invitaciones que tienen ya repartidas. Y es que todo son calentamientos de cabeza. Empezando por poner la fecha y terminando por elegir entre los doscientos recuerdo-chorradas para regalar. Que si el vestido, las flores, la iglesia o el juzgado, el banquete, etc, etc. Todo debe estar pensado y calculado para que luego no salga nada mal. Ingenuos.
Estos menesteres tienen dos cosas en común: sólo son para el día de la boda y todos cuestan dinero. No hay nada que no sea importante en ese día que sea gratis. Qué bien se lo tienen montado. Que si dos euros cada recuerdo, que si ciento veinte el ramo, que si el traje debe ser chaqué y no unos vaqueros (con lo cómodos que son). A base de eurazo, pero a partir de billetes de cincuenta. Y luego para qué. Todo se pasa en unas horas y ya está. Cada uno a su casa con la barriga llena de comer langostinos, que todavía no has pagado y no sabes cómo pagar, y tú aún con la sonrisa tonta en los labios dándoles las gracias por ir. ¡Qué te las den a ti, que para eso le has pagado un gran festín! He vivido de cerca varias bodas y sé los nervios que se pasan con los preparativos. Aún no me explico muy bien a qué tanto nervio. Has pagado para que salga perfecto, sino sale... Sino sale todo el mundo os recordará como aquella pareja de novios a los que le jorobaron un poco la boda los del catering. Luego tú le cortas la cabeza a alguien y ya está.
Ahora hay una moda de contratar a alguien para que te lo organice todo y sea quien, de haberlos, se coma todos los marrones. Pero creo que eso le quita gracia al asunto. Es preferible que sean los futuros cónyuges los que se devanen los sesos pensando el menú o la orquesta. Así tendrán entretenidos a los que se dediquen a criticarlo todo durante la boda. (Lo confieso, soy una de ellos). En esta vida todo es criticable.
Estos aspectos, para los que hayan sido invitados sin apenas conocer a los novios, siempre vienen bien. Si en la ceremonia hay pocas flores, una de tres: o alguno de los novios es alérgico, hay poco presupuesto para flores (algo razonable. Sólo las disfrutas cuarenta minutos como mucho) o son unos tacaños, y ya. Otro aspecto a tener en cuenta es el menú. Ese es mi tema estrella. Si hay carne, no me fío. Pero es que si hay marisco mucho menos. A decir verdad, no me fío de nada. Bueno sí, de la barra libre. Pero ese es otro tema que no voy a tratar ahora.
Un plato muy repetido es el embutido de primero. ¿Puede haber algo más triste que un plato en el que aparezcan una tapa de queso, una loncha de jamón y otras dos de chorizo. Los que tiran por lo alto ponen lomo, pero esos son pocos. Dicen : son ibéricos. Y un huevo. Eso no ha visto el ibérico en su vida. Bueno, yo es que tampoco he ido a muchas bodas.
Otro tema preocupante es la orquesta. Las hay de los que ponen un disco de doce canciones, y así se pasan toda la noche. Y los hay de los que contratan a una orquesta. Esos son los del lomo en los embutidos y los que ponen pocas flores (es preferible que la gente se vaya a su casa con el estómago lleno y arto de bailar pasodobles). Con esta última opción hay que tener cuidado y hablar con los componentes antes. Así podrás explicarles que existen más canciones a parte de Paquito el Chocolatero, España Cañí o la última de Bustamante. Pero si hay una canción que me hunda es el Vals de la Mariposas. No puedo soportarlo.
Todo esto lo digo sin ánimo de ofender. Es mi visión global de todas las bodas a las que me han obligado a ir desde mi más tierna infancia y que he tenido que soportar hasta el último momento.
No es mi intención desanimar a las futuras parejas, porque como dicen por ahí, si hay amor, todo es más bonito. Sí, pero que no sea más hortera.
Yo creo que todo esto viene porque la gente sólo se limita a copiar lo que otros ya han hecho. Yo, si algún día me caso, intentaré cambiar un poco el protocolo.Lo primero, el banquete a base de sandwiches, ganchitos y refrescos. Que no está mi economía para lujos. Así, en plan cumpleaños infantil y pobre. Luego, con el estómago lleno, ya si eso, me caso. Pero nada de iglesias ni leches. Allí mismo, que salga el “metre” y que nos case. Con su gorro de cocinero, que le da más caché. Y luego a bailar. Lo tengo muy claro, yo quiero como baile para mi y para mi ya esposo el regeeton: “dame más gasolina...” Para ir entrando en calor para después. Y así todo.
Otro tema preocupante es la orquesta. Las hay de los que ponen un disco de doce canciones, y así se pasan toda la noche. Y los hay de los que contratan a una orquesta. Esos son los del lomo en los embutidos y los que ponen pocas flores (es preferible que la gente se vaya a su casa con el estómago lleno y arto de bailar pasodobles). Con esta última opción hay que tener cuidado y hablar con los componentes antes. Así podrás explicarles que existen más canciones a parte de Paquito el Chocolatero, España Cañí o la última de Bustamante. Pero si hay una canción que me hunda es el Vals de la Mariposas. No puedo soportarlo.
Todo esto lo digo sin ánimo de ofender. Es mi visión global de todas las bodas a las que me han obligado a ir desde mi más tierna infancia y que he tenido que soportar hasta el último momento.
No es mi intención desanimar a las futuras parejas, porque como dicen por ahí, si hay amor, todo es más bonito. Sí, pero que no sea más hortera.
Yo creo que todo esto viene porque la gente sólo se limita a copiar lo que otros ya han hecho. Yo, si algún día me caso, intentaré cambiar un poco el protocolo.Lo primero, el banquete a base de sandwiches, ganchitos y refrescos. Que no está mi economía para lujos. Así, en plan cumpleaños infantil y pobre. Luego, con el estómago lleno, ya si eso, me caso. Pero nada de iglesias ni leches. Allí mismo, que salga el “metre” y que nos case. Con su gorro de cocinero, que le da más caché. Y luego a bailar. Lo tengo muy claro, yo quiero como baile para mi y para mi ya esposo el regeeton: “dame más gasolina...” Para ir entrando en calor para después. Y así todo.
Quizás no nos llame Zarzuela para dirigir el próximo enlace real. Pero ni falta que hace.