6 de febrero de 2008


Llevaba muchos días dándole vueltas a la misma cosa, más de los que debería, pero sin esperarlo todo se solucionó favorablemente. Y es que cuando decides dejar un trabajo hay que pensarlo, y mucho, y yo lo pensaba y repensaba qué y cómo decir que ya no deseaba seguir en la empresa, que mis niveles de aguante habían sobrepasado los límites y no quería trabajar más así. Me daba pena, porque en otro momento trabajé muy agusto, pero los cambios no siempre son buenos, y este, sin duda, no lo estaba siendo. Trabajar a disgusto es lo peor que puede pasarte y no quería ser otra más que está descontenta en su puesto laboral. Con todo esto en la cabeza estaba yo el día que me dijeron que por mi tipo de contrato no podían renovarme (jajajajajajajajaja y voy yo y me lo creo). Ohhhhh! toda una lástima, intenté poner cara de circustancia y hacer como si me diera pena, pero por dentro estaba invitando a todo mi cuerpo a una fiesta. Creo que en ese justo momento me quitaron una losa de hormigón de 1.000.000 kg. A partir de ahí empieza otra etapa con la que llevo justamente un año y en la que sé que no voy a equivocarme y con la que seré feliz.
La gente que me conoce me anima mucho y me apoya, eso es bueno, mi idea no es tan descabellada, y me dan más ganas de seguir adelante. Es genial el positivismo de la buena gente, las ganas que te insuflan cuando les cuentas tus planes, tus ideas y tus sueños. Es en ese momento cuando más fuerte me siento ante las cosas que se me puedan presentar. Ha sido un año madurando una idea, un sueño y es en este momento en el que me siento más preparada para poner la segunda piedra, porque ya he hecho mis pinitos y ha resultado bien. Eso es una prueba más de que va a resultar. Tengo miedo, no voy a negarlo, pero creo que es algo normal. Y si el año pasado fue mi año, este sin duda va a ser el de pilukita.